El egoísmo destruye mi familia.

Cuando comencé este blog, tenía algunos conceptos creados sobre la familia, conceptos transferidos de mi madre, de  mi propia familia y de mi pequeño círculo de conocidos a los que veía con la misma mirada ingenua con la que miraba puertas adentro de mi casa. Creía, confiaba, en que a pesar de las dificultades, éramos un par de personas adultas educando conscientemente a nuestros hijos y haciendo lo imposible para evitar la disolución.
No fue de un día para otro que nuestro matrimonio fracasó, provocando inevitablemente mucho dolor a nuestros hijos, pero siempre hay un momento preciso en el cual uno abre los ojos, y nunca más ve el mundo de la misma manera.
Puede que la infidelidad haya sido la bomba que detonó, destruyendo mi familia, pero no es la principal causante, soy consciente que existen otros factores previos que están presentes no solo en mi caso, sino en una gran mayoría de casos similares. El egoísmo, el individualismo, el hedonismo, son antivalores que hoy por hoy son muy comunes en muchas personas. Así mi necesidad es puesta sobre la del otro, algo totalmente opuesto a los valores que suponíamos priorizar cuando formamos una familia.
Nada es malo, no se vive la culpa, no se percibe el desapego, la indiferencia, hago todo lo posible para auto complacerme, por lo tanto¿ como podría amar a alguien realmente?
Mi familia ya no es lo que era, somos padres divorciados llevando a los niños con sus mochilas de aquí para allá, niños que incorporan personas nuevas, y simplemente conservan la ilusión de volver a ver a sus padres de la mano.
No puedo negar que una gran cantidad de tensiones desaparecen con la separación, uno solo tiene que pensar en sí mismo y en los hijos ¿No es acaso eso lo que anhelaba? Sin embargo, si hubiéramos sido más capaces de dar, y menos exigentes al pedir, seguramente disfrutaríamos de la familia que habíamos soñado cuando aún éramos jóvenes e ilusos.

La separación duele, pero más el desamor.


Antes éramos, pensábamos, hacíamos, proyectábamos, nos habíamos convertido en una sola persona, quizás como dice Ricardo Arjona " El amor son dos en uno, que al final no son ninguno". Lo cierto es que compartíamos una identidad, eramos una pareja.
Y no sólo una pareja, sino que también fuimos padres, y por consiguiente, parte de una familia.
Pero poco a poco fuimos dejando de ser quien éramos en realidad, transformándonos en la persona que el otro quería.
Pero el tiempo pasó  y un día desperté y era yo, y él era él.Ya no éramos ...
Desde ese día se comenzó a gestar en nosotros una ruptura, una separación a la que nos opusimos, negamos, emparchamos, pero nada sirvió. Hicimos todo lo posible para salvar el amor, no importaba si estaba muriendo, deseábamos que no pasara, o al menos, yo lo deseaba.
Resulta que tenía mucho miedo, porque a pesar de que las mujeres hoy en día somos más independientes y valientes, había vivido tantos años casada, que estar sola con mis hijos me asustaba, no concebía mi vida sin él.
No quería que mis hijos se criaran en una familia disgregada, rota, pero también me negaba a que vivan en una mentira, envueltos en una conveniente hipocresía.
Y la autenticidad ganó la batalla, y decidí, y decidió, que el divorcio era lo mejor para toda la familia.
Ahora comienza el proceso de duelo, aceptar que el matrimonio terminó, aceptar que las culpas son mutuas y que el tiempo no retrocede, curar las heridas y seguir el camino.




Aprender a ser padres conectados

Cuando miro hacia atrás y recuerdo mi propia niñez, noto que existe un abismo entre mis experiencias y  las que están transitando mis propios hijos y me pregunto de qué manera seguirlos, acompañarlos, conectarme con ellos para no quedar excluida de parte de su crecimiento.
Y esto nos ocurre a la mayoría de los padres de estas nuevas generaciones de niños que se desarrollan en un medio transformado por las nuevas tecnologías. 
Por suerte nosotros ( personas entre treinta y cincuenta) hemos recibido estos cambios positivamente, a diferencia de nuestros padres,quienes fueron más reticentes a las novedades tecnológicas , quizás por llegar demasiado tarde a sus vidas.
Hace una década o algo más la caja boba  o el chupete electrónico era suficiente para mantener absortos a los niños durante horas, hoy no les basta con observar, sino que deben interactuar, estar más despiertos, pero a la vez sumergidos en un mundo completamente virtual.
Los niños se relacionan con la computadora o el celular desde que nacen, primero observando, escuchando y luego tocando, y en un abrir y cerrar de ojos poseen los conocimientos previos necesarios para manejar  cualquiera de ellos.
Por eso no es extraño que sus primeras palabras sean escritas en Google, que conozcan la F de facebook y manejen un vocabulario técnico antes que sus padres.
Pero:¿ Cómo manejamos nosotros a nuestros hijos en este atractivo mundo virtual? ¿ como nos mantenemos vinculados a ellos sin conectarnos al chat?
Porque al principio nos resulta gracioso el bebé tocando el teclado, después alardeamos de su sabiduría para dominar los programas, y en un parpadeo, saben el doble que nosotros, pasan más tiempo con la pantalla que con su familia, y  me aterroriza pensar ( teniendo en cuenta a la velocidad que transcurre el tiempo en Internet) que en algún momento tendremos un adolescente que configura su personalidad para hacer visible lo que desea y se desconecta cuando no quiere hablar...

  • Los límites antes que nada.

El tiempo transcurre de otra manera cuando navegas, cuando juegas, cuando chateas, es una realidad virtual a la que te involucras y resulta placentero , por lo tanto ,es difícil ponerle fin . La única manera de controlarlo es respetar un límite de tiempo establecido, que se convierta en un hábito y se coloque en un lugar claro frente a otras prioridades; estudiar , hacer deportes, alimentarse, compartir tiempo en familia, etc.o

  • Saber que rumbos toman.

No podemos cruzarnos de brazos mientras pasean por rumbos desconocidos, debemos acompañarlos, dar una vuelta, observar historiales, no perderlos de vista, hablar sobre lo que buscan en internet, y porsupuesto, colocar un filtro para ciertas páginas.

  • De vez en cuando, hablar en su idioma.

No está de más participar con ellos de un chat, de una video llamada, hablar en su idioma, conectarse (aunque sólo nos separe una pared); es una forma más de estar junto a ellos y demostrarles que los amamos y los acompañamos en su mundo.

  • Demostrarle que hay otras formas de disfrutar la vida.

Es normal para ellos desarrollar un vínculo con las nuevas tecnologías, porque en ese mundo nacieron y son partes esenciales de su vida, pero somos nosotros los responsables de enseñarles a disfrutar de otras actividades recreativas, del compartir cara a cara, de salir de la comodidad del sillón.
No nos olvidemos que somos su ejemplo, y que si mantenemos vivas las costumbres con las cuales crecimos, les ofrecemos un mundo más rico y saludable para vivir.








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